¿Cuántas
veces has dicho la última semana, ante un nuevo reto, o una tarea que debes
hacer eso de “Ya lo haré”,
“En cuanto tenga un rato libre, me pongo con
ello”,
o cualquier frase por el estilo? A diario se nos presentan nuevos proyectos,
responsabilidades con las que no contábamos, o simplemente, diferentes formas
de hacer lo que ya veníamos haciendo. Tanto el exceso de ocupaciones, como su
defecto, provocan en nosotros un desaliento que, a menudo, suele traducirse en
pasividad: la inseguridad (no sabré hacerlo), la timidez (“me da vergüenza), el
qué dirán los demás, o, sencillamente, la comodidad de quedarme como estoy, sin
ganas de “complicarme” la vida ni abandonar mi personal zona de confort.
Y,
curiosamente, cuando se pasan las oportunidades, es cuando nos arrepentimos y
nos decimos una y otra vez “qué tonto fui”,
“no debí quedarme parado ante esa ocasión”…
A este fenómeno se le ha dado un nombre técnico en psicología: lo llaman procastinación,
y se traduce en “dejar las cosas para más adelante”, es decir, prolongar las
tareas sin marcar un momento en el que llevarlas a cabo; dejar en suspenso la
actividad.
La
mejor manera de luchar contra este pequeño virus es la facultad de tomar una
decisión y llevarla a cabo, fijándonos una fecha para controlar el estado de
dicha decisión. Ya la sabiduría popular, con sus refranes, nos enseña a este
respecto: Mejor arrepentirse por haber
hecho algo que no lamentar lo que no pudimos hacer.
Esta es la enseñanza, pero, ¿podrías encontrar alguna frase que la contenga?
Si
tienes algún proyecto para el futuro inmediato, o a medio plazo, pon las bases
o, mejor, empiézalo ahora. La palabra mágica es ésa: AHORA. Lo que no hagas, se
quedará sin hacer. Y el presente es demasiado volátil para intentar atraparlo.
Así que…manos a la obra.
Un
saludo.